giovedì, aprile 08, 2010

Camino de perfección - Lluís Bassets

07 abril, 2010 - Lluís Bassets

Camino de perfección

El modelo es italiano. Como en tantas otras ocasiones. De la civilización casi todo llega de la península itálica, lo más alto y lo más bajo. No hay estadio de perfección más elevado en este capítulo. Nadie ha llegado más lejos en la integral transformación del entero sistema político y de la moral de la sociedad. Los niveles alcanzados en otras naciones europeas se quedan cortos con lo que allí ha sucedido, donde los electores han convalidado y siguen convalidando las actuaciones del gobernante más corrupto de toda su historia desde los tiempos del Renacimiento hasta conseguir invertir la jerarquía de los valores. En Italia no hay corruptelas, ni corrupción política en sentido estricto; no hay financiación ilegal de los partidos políticos, ni políticos corruptos; el entero sistema se ha convertido en una maquinaria corrupta al servicio de quien es a la vez el corruptor y el corrupto en jefe, que sigue campando a sus anchas, adaptando las leyes y el Estado a sus intereses, comprando a diputados y funcionarios, a jueces y periodistas, gracias a la convalidación de sus métodos y de su altísima moral por parte de los electores.
No es fácil alcanzar tanto virtuosismo. Y no está claro que quienes en España aspiran a culminar este camino de perfección tengan las cualidades personales y la enorme capacidad corruptora que tiene el condottiero italiano que nos ocupa. Pero hay que reconocer que ponen mucho de su parte y con esto ya tienen la mitad del camino recorrido. Es difícil superar en cantidad y en calidad, en extensión y en intensidad los niveles de corrupción alcanzados entre nosotros por el partido que precisamente llegó al poder como abanderado de la regeneración moral y del Estado de derecho, frente a la corrupción y los crímenes de Estado del socialismo. Esa superioridad moral de partido incompatible con la corrupción, de partido irreprochable y legalista, era la coartada mayor para la mayor cueva de Ali Babá que jamás se haya visto en la democracia española.

Lo único que falta ahora son las circunstancias políticas y económicas que les eleven a los altares de la sublimidad berlusconiana, en las que la corrupción quede bendecida y consagrada por las urnas como virtud democrática; y sea promovida y estimulada luego desde el Gobierno y las instituciones con el mismo ahínco con que se combaten los accidentes de automóvil en carretera. Una buena crisis económica, que destruya puestos de trabajo y deje en la intemperie a millares de familiares desahuciadas por sus hipotecas impagadas; un gobierno tan inepto como sea posible, incapaz de pasar un mensaje claro y siempre preparado para desmentirse varias veces al día; y un país polarizado por la inquina territorial, ideológica y religiosa, pueden bastar para que las próximas elecciones nos ofrezcan el milagro de la corrupción convalidada por las urnas. La fidelidad berroqueña del voto conservador y la crisis de la izquierda pueden hacer el resto.

Esto no lo hemos visto todavía en unas elecciones generales en España. Sí se ha visto ya a pequeña escala en dos autonomía como mínimo, en la Comunidad Valenciana y en Madrid, donde la identificación ideológica puede más que los escrúpulos morales de los electores. Pero si este Partido Popular agusanado de arriba a bajo no se regenera antes de dos años ni consigue revertir su identificación con la corrupción, lo que nos espera puede ser tan grave como lo que ha vivido Italia bajo el berlusconato.